La primera vez que estuve delante de un cuadro de Blanco Lozano, supe de inmediato que allí había un pintor diferente a todos los que conocía de su generación, una generación de la que emergieron creadores como Cuenca o José Bedia, aquellos que pisaban los talones a otros como Choco, Zayda del Río o Fabelo. De los primeros, hermanos mayores e inspiradores inmediatos, Juan José Blanco Lozano era, a un mismo tiempo, parte y disidencia. Sus temas se volvían cada vez más personales, acaso románticos, en medio de una maquinaria creativa que promovía la interculturalidad con base en las raíces nacionales, a menudo afrocubanas - como en el caso de Choco o de Mendive -, pero también de coqueteo con lo asiático - Flora Fong -, o fuga a los predios místicos de la imaginería medieval - Cosme Proenza -, y en su caso particular, Blanco Lozano optaba por una línea mucho menos exótica, para aferrarse a un mundo interior de formas y figuras que, más que reflejar la luz, el color, la arquitectura o la gestualidad corporal del contexto, establecía un viaje al interior de los estados de ánimo, y lo hacía de una manera mucho menos obvia. A menudo la luz que muestran sus cuadros parece alejarse de la brillantez encandilante del sol cubano, y sus personajes andan como espectros en una ciudad desbordada de sombrillas. Estos paraguas son el signo más recurrente en la obra de Blanco Lozano. Paraguas que cubren a los cuerpos necesitados de ser cubiertos, o lo que es lo mismo, cuerpos vulnerables que se cubren de la interperie y transitan por las calles más tristes del mundo. Aquí podríamos separar esas dos transparencias diferentes que de ordinario moran sobre un mismo fondo. De un lado la alegría, al ámbito de fiesta pagana que caracteriza a los cubanos, y del otro, el acetato alternativo, el de la frustración, la falta de horizontes, la agonía fronteriza y el gorrión trovadoresco. A veces la esencia de la nacionalidad viene como los caminos de Dios, por vías insondables, insospechadas, y en este caso la tristeza que late bajo la risa y el bonche clásico del ser cubano, es lo que queda sobre el lienzo o la cartulina, y bajo el pincel de Blanco Lozano.
- E. Valdés. Dossier Digital. Abril 2008
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sábado, 3 de mayo de 2008
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3 comentarios:
Felicidades, Juanito!
What an absolutely LOVELY website!
I feel proud to have so many of your paintings at home!
Wishing you a lot of well earned success, with love
Sigmut (Alemania)
Muy bonitos los cuadros.
V.L. (Colombia)
Que buena tu obra, emotiva!!! Muchos saludos desde el Sur
Ale
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